Así como el amor puede ser un motor para la vida de muchos, el desamor, la decepción y hasta el odio se pueden transformar en la emergencia de un «nuevo ser», de una nueva forma de relacionarnos y recordar. Es común escuchar la frase «del odio al amor, sólo hay un paso», lo que me hace pensar que en una situación opuesta, la velocidad del cambio sentimental es la misma, es decir, del amor al odio, también debe haber sólo un paso.
Odisseo (odio+deseo) es la conjunción melódica entre el lado opuesto/perverso del romanticismo y los sentimientos que el (des)amor, la ruptura, el (des)engaño, y más, logran despertar en nosotros, en nuestro corazón, pero sobre todo en nuestra mente. La canción de la semana es Barry, naciente de los instrumentos y la poderosa voz de esta banda originaria de Ecatepec, Estado de México, que vio la luz de forma oficial en 2010 y que para 2011 se presentó —por decirlo de alguna forma— con el público que ahora constituye una base inmensa de fieles seguidores, a través de su LP «Los Salvajes» y posteriormente con «Sí, yo soy», material del que se desprende dicho tema.
Fundamentalmente Barry, como en general todas las canciones de Odisseo, nos rememoran a la instancia de la ruptura y la desilusión —al final, un sello distintivo de la propia banda— pero en lo particular, me movió fibras muy sensibles, entre ellas, cuando te das cuenta que la persona que quieres/amas no es lo que creías o se transformó en algo que, citando a la canción, no quieres tener.
La vanidad te transformó, te convirtió en aquello que yo no quería tener…»
Por situaciones personales o por simple gusto, Barry me pareció un ejercicio introspectivo en donde se puede estar en posición de ventaja o vulnerabilidad, pero incluso —y más doloroso aún— se puede transitar en ambas, con un marco desolador en donde la sonrisa ya no nace, se hace, y en donde las esperanzas e incluso las ganas de ocultar nuestro sentir se agotan, se vuelven una pesada carga que al compás de los sintetizadores se vuelve más ligera, pero no menos tormentosa.
Tristeza es lo que siento, cada que te vas. Defensas ya no tengo, cuando hay que aparentar…»
La enseñanza está marcada, la culminación de un proceso por la vanidad inmersa y la soledad que transforma, configuran un sentimiento mutuo: el rechazo. Tanto vanidad como soledad trastornan y cambian, convirtiéndonos y convirtiendo a los demás en algo que no queremos ver ni tener, ya sea por crueles o por viles.
Porque al final el amor no es como uno quisiera, no está hecho ni a modo ni medida; ya lo diría el propio Andrés Calamaro en No sé olvidar, el amor es el único dolor inmerecido (sic), el primero te espera en una esquina y el segundo en cualquier lado.
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—Siempre suya, Evelyn.
digno de esta banda que ha demostrado su gran talento y es orgullosamente mexicana
Totalmente de acuerdo contigo, ¡gracias por leer! 🙂
Muy de acuerdo con Esteban González (vocalista de la banda) al respecto de tu análsis.
Las rolitas te llevan a la instrospección objetiva del pasado e incluso del presente, en mis palabras ponen el dedo en la llaga con un toquesito melódico único casi antidepresivo pero… ¿depresivo…? ¡¡¡SI ESO SONÓ A OXÍMORON!!! Pero ¿qué le hacemos? Así justamente es Odisseo, como un oxímoron.
Sin duda, las letras tocan fibras que tratamos de mantener ocultas ante los demás. Son una gran banda. ¡Gracias por leer y por tu comentario! 🙂
realmente se espéra mucho de esta banda, muy buena sus rolas