El Pequeño «Nadie», en el País de los Sueños

Buenas las tengan y mejor las pasen en éste, el mes de todos nosotros: ¡Los niños..!

El Pequeño Nemo

El Pequeño Nemo

¿Con qué viejo cliché podré comenzar el relato del día de hoy? Difícil decisión.

Podría comenzar diciendo que ser un niño es la etapa más maravillosa de la vida, llena de inocencia e imaginación, carente de preocupaciones y de la cuál no deberíamos desprendernos jamás y estar siempre abiertos y curiosos del aprendizaje y las maravillas que se esconden en los rincones más comunes e insospechados… Lamentablemente es una labor difícil en una sociedad en donde conservar esos atributos es más visto como un defecto de personalidad y actitud que como algo positivo.

¿Pero saben qué..? Hoy no. Hoy no quiero caer en mi retórica clásica y comenzar con esa larga lista de temas desagradables. Hoy sólo quiero hacer memoria y recordar las cosas que hicieron de mi  infancia algo único y maravilloso, como mi primer bicicleta, el primer gatito que tuvimos en la familia, mi primer reloj de pulsera, la maestra de primer grado de la que me enamoré (y que por cierto, me odiaba), las tardes interminables jugando Double Dragon de arcade o el Atari 2600 en casa de mi primo, aquél grupo de amigos con los que me lanzaba a la aventura invadiendo construcciones abandonadas y en general, simplemente ser feliz con los pequeños detalles y cosas que la vida ofrece, alejada de la mecánicidad de la rutina diaria que implica ser un adulto, al menos biológicamente hablando. El fotógrafo Gabriele Galimberti plasmó muy bien esa idea en su proyecto Toy Stories, trabajo en que nos relata visualmente cuáles son las posesiones más valiosas para niños de diferentes nacionalidades y estratos sociales.

El Pequeño Nemo, en Pijama.

El Pequeño Nemo, en Pijama.

Mi familia, estrictamente hablando, siempre ha constado de dos personas: Mi madre y yo. En una familia tan pequeña, como en muchas otras posibles variaciones, la necesidad de subsistencia cobra más importancia que la calidez y el afecto que brinda sólo el tiempo de calidad, tiempo que es prácticamente nulo dada la precaria situación. Es un entorno hostil que generalmente obliga al niño o niña a crecer y madurar rápidamente en la forma de una persona sumamente independiente. Los periodos sin compañía son largos, sobre todo al regresar de la escuela, que era justamente el momento en el que mi madre tenía que partir a su trabajo para regresar poco después de la media noche y encontrar a un niño a veces despierto, a veces dormido, a veces raspado o herido… o quemado, con algún reporte del colegio o con alguna parte de la casa quemada, destrozada o desaparecida; ésa era la parte divertida de aquella época, al menos para mí, no lo negaré. Fue precisamente en esa etapa de mi vida, buscando cosas con qué distraerme para evadir esos periodos de ocio y soledad cuando descubrí accidentalmente el trabajo de Winsor McCay, ya que en aquél entonces no sabía cuál era el título original de su trabajo, mucho menos su autor pues el Internet apenas daba sus primeros pasos (sin ánimos de revelar la edad de su servidor ;)).

Zenas Winsor McCay fue un canadiense que vivió entre 1867 y 1934. Considerado como una de las personalidades más importantes en el mundo de las historietas o comics, Winsor McCay fue autor de una de mis historias favoritas: Little Nemo in Slumberland (El Pequeño Nemo en el País de los Sueños, como se le conoció en hispanoamérica), considerada como el primer gran comic de todos los tiempos e increíblemente desconocida por la mayoría. Sin embargo mi primer acercamiento no fue con la historieta, cuyo tiraje comenzó a todo color en 1905 y continuó publicándose dominicalmente hasta 1911 en el diario New York Herald. Pueden echar un vistazo a la historieta original en este enlace. A mí me tocó su primer versión digital en el juego de NES (Nintendo Entertainment System) llamado Little Nemo: The Dream Master, lo que equivaldría en español a El Pequeño Nemo: El Amo de los Sueños, desarrollado por Capcom en 1990.

Little Nemo: The Dream Master fue un juego de plataformas excelente, muy al estilo de Megaman, con muy buen diseño gráfico y una banda sonora excepcional que competía con muchos de los grandes juegos, ahora clásicos, de aquella época. La trama era muy sencilla y compartía muchos aspectos de la historia original: Su protagonista, Nemo (Nadie, en latín), es un niño neoyorquino que una noche cualquiera es invitado por el Rey de los Sueños a jugar con su hija, la princesa. Al llegar al País de los Sueños descubre que su anfitrión, el rey, ha sido secuetrado por el Rey de las Pesadillas, situación que sirve de pretexto para el desenvolvimiento de la historia.

Como ya mencioné, la banda sonora era sumamente buena considerando las limitaciones técnicas de aquella época:

Grande sería mi sorpresa una mañana cualquiera de vacaciones, cuando la televisión abierta mexicana solía transmitir material de calidad, ya que presentó The Little Nemo in Slumberland, y que gracias a un buen samaritano anónimo, podemos disfrutarla al menos en inglés:

Producida en 1989, la calidad de animación es poco más que impresionante y la banda sonora, para no variar, era excelente. Sin embargo, esta no fue la primer versión animada de Nemo ya que Winsor McCay produjo y estelarizó la siguiente animación que data de 1911. No olvidemos el año en que ésto fue realizado:

La popularidad de Nemo incluso inspiró a Google a celebrar su ciento siete aniversario en uno de sus conocidísimos Doodles, el cuál pueden encontrar en este enlace.

Al igual que yo, muchas personas de mi generación crecimos y conocimos al menos un aspecto del Pequeño Nemo. Recuerdo incluso haber leído en alguna parte una interesante teoría, la cuál señalaba que todos los lugares que visitaba Nemo mientras se encontraba en El País de los Sueños eran muy similares al propio dormitorio de Nemo, como los colores, su cama (o debajo de ella), sus estantes, etcétera. Al final, quien señalaba esos detalles en sus sospechas llegaba a la conclusión de que Nemo era realmente un niño sumamente enfermo y la única posibilidad real que tenía de vivir sus aventuras era dentro de su propio cuarto, sus sueños e implacable imaginación para finalmente, permanecer en Slumberland por siempre al morir… Yo prefiero quedarme con la versión cursi.

Creo que era mejor no saber el porqué de las cosas…

No crezcan. Es la trampa más grande de la historia.

–LvyZ

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